miércoles 01 de septiembre del 2010
Paul Krugman
EE.UU. ¿Qué irá a decir Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, durante su gran discurso del viernes en Jackson Hole, Wyoming? ¿Dará a entender nuevas medidas para impulsar la economía? Siga sintonizado.
Pero sin lugar a dudas podemos pronosticar lo que él y otras autoridades dirán sobre la situación en que estamos: que la economía sigue recuperándose, aunque más lentamente que lo que les gustaría. Desafortunadamente, eso no es cierto: no estamos en una recuperación, bajo ningún aspecto relevante. Y los hacedores de políticas deberían estar esforzándose al máximo para cambiar esa realidad.
El ápice de verdad de las afirmaciones que apuntan a la recuperación es el hecho de que el PIB sigue creciendo: no estamos en una recesión clásica, donde todo se viene abajo.
¿A quién le importa?
La pregunta relevante es si el crecimiento es lo bastante marcado como para reducir el extraordinario desempleo. Necesitamos una tasa de crecimiento de casi 2,5% solo para evitar el aumento del desempleo; para reducirlo significativamente se requeriría un porcentaje más elevado. No obstante, el crecimiento del PIB actualmente oscila entre 1 y 2 por ciento, y hay mucha probabilidad de que disminuya más en los meses venideros. ¿Realmente la economía caerá otra vez en crisis, con decrementos en el PIB? ¿A quién le importa? Si el desempleo aumenta en lo que queda del año, lo que parece probable, ya no importará si la producción es ligeramente positiva o negativa.
Todo esto es obvio. No obstante, los hacedores de políticas lo niegan.
Después de su última reunión para estudiar la política monetaria, la Reserva Federal emitió un comunicado declarando que anticipa “un regreso gradual a niveles más altos de utilización de recursos” –que en lenguaje del banco significa caída del desempleo–. No hay ningún dato que respalde ese tipo de optimismo. Mientras tanto, Tim Geithner, secretario del Tesoro, dice que “estamos en camino a la recuperación”. No, no es así.
¿Por qué la gente entendida endulza la realidad económica? La respuesta, lamento decirlo, es que de lo único que se trata es de evadir responsabilidad.
En el caso de la Reserva Federal, admitir que la economía no se está recuperando presionaría a la institución a hacer más. Y hasta el momento, por lo menos, la Reserva Federal parece estar más preocupada por el posible desprestigio si intenta ayudar infructuosamente a la economía que por el costo impuesto sobre los estadounidenses por no hacer nada, y se conforma con una falsa recuperación.
En el caso de la administración Obama, las autoridades parecen reacias a admitir que el estímulo original se quedó muy corto. Es cierto, bastó para limitar la gravedad de la caída –un análisis reciente de la Oficina Presupuestaria del Congreso afirma que el desempleo probablemente estaría en dos dígitos de no ser por el estímulo–, pero no fue tan fuerte como para reducirlo significativamente.
Ahora, es discutible que incluso a principios del 2009, cuando el presidente Barack Obama estaba en la cima de su popularidad, no hubiera podido lograr que el Senado aprobara un plan más abultado. Y ciertamente, ahora no podría lograr la aprobación de un estímulo suplementario. Entonces, las autoridades, con considerable justificación, podrían responsabilizar al obstruccionismo republicano por la ausencia de recuperación. Pero en cambio, han optado por sonreír ante el panorama lúgubre, sin convencer a nadie. Y el probable resultado en noviembre –grandes victorias para los obstruccionistas– paralizará la política en los años venideros.
Entonces, ¿qué deberían hacer las autoridades, además de decir la verdad sobre la economía?
La Reserva Federal tiene un número de opciones. Puede comprar más deuda de largo plazo y deuda privada; puede presionar a la baja las tasas de interés de largo plazo anunciando su intención de que la tasa de corto plazo siga siendo baja; puede elevar sus metas inflacionarias de mediano plazo, lo que haría que los negocios encontraran menos atractivo mantener ocioso su dinero. Nadie puede estar seguro de los resultados de estas medidas, pero es mejor intentar algo que puede funcionar en lugar de inventar excusas mientras los trabajadores sufren.
La administración tiene menos libertad de maniobra, ya que no puede lograr que la legislación supere el bloqueo republicano. Pero aún así tiene opciones. Puede reformar su sumamente desafortunado intento por asistir a los propietarios de viviendas afectados. Puede recurrir a Fannie Mae y Freddie Mac, los prestamistas que trabajan con fondos públicos, para idear un refinanciamiento hipotecario que ponga dinero en manos de las familias estadounidenses –sí, los republicanos se van a quejar, pero de todos modos ya lo están haciendo–. Finalmente, puede confrontar seriamente a China por la manipulación de su divisa: ¿cuántas veces los chinos tienen que prometer en vano que cambiarán sus políticas antes que la administración decida que es tiempo de actuar?
¿Cuáles opciones deben adoptar los hacedores de políticas?
Si fuera por mí, todas.Ya sé lo que dirán algunos de la Reserva Federal y la administración: advertirán sobre los riesgos de hacer algo no convencional. Pero ya hemos visto las consecuencias de jugar a la segura, y de esperar que la recuperación llegue sola: nos ha llevado a lo que cada vez se asemeja más a un estado permanente de estancamiento y alto desempleo. Es tiempo de admitir que lo que tenemos ahora no es una recuperación, y es tiempo de hacer todo lo que podamos para cambiar la situación.
http://201.234.213.9/2010/09/01/1/1363/esto-recuperacion.html?p=1354&m=27
© 2010 The New York Times News Service.
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